La derecha española es tautológica, siempre es igual a sí misma. Fiel al enunciado de Tomaso de Lampedusa pretende que "Todo cambie para que todo siga igual". Da lo mismo con Franco que sin él, con Constitución o sin carta magna, el siglo XX que el XXI. La derecha no cede siquiera un milímetro en sus añejos privilegios. Todo permanece.
¿Qué es la derecha?. Los que siempre han mandado en España en lo que importa, los que han disfrutado de más derechos, prebendas o migajas y han sentido que este suelo hispano, y el mar y el aire eran sólo suyos. Como suya es - eso pretenden - la única interpretación posible del concepto nación.
¿Y la iglesia ?. Es el mensajero de la derecha. Desgraciadamente no es la voz de la buena nueva sino del viejo pensamiento inmutable que pretende atar a todos - a su grey y a las ajenas - a su moral, al teocentrismo.
Por eso no son capeces de admitir, siquiera, una edulcorada Ley General de Educación que, en materia de religión y conciertos educativos, deja las cosas como estaban, y sólo se atreve a poner un necesario orden mínimo en la distribución del alumnado inmigrante y desfavorecido entre los centros financiados, no se olvide, con fondos públicos.
Por eso se han manifestado hoy en Madrid. No por la libertad de elección de centro o porque la clase de religión esté en peligro. Simplemente quieren más dinero, y la pluma para firmar el contrato, el finiquito o cheque de sus profesores de religión con el dinero del estado. Cosas terrenales. Nosotros no somos de ese mundo.
¿Qué es la derecha?. Los que siempre han mandado en España en lo que importa, los que han disfrutado de más derechos, prebendas o migajas y han sentido que este suelo hispano, y el mar y el aire eran sólo suyos. Como suya es - eso pretenden - la única interpretación posible del concepto nación.
¿Y la iglesia ?. Es el mensajero de la derecha. Desgraciadamente no es la voz de la buena nueva sino del viejo pensamiento inmutable que pretende atar a todos - a su grey y a las ajenas - a su moral, al teocentrismo.
Por eso no son capeces de admitir, siquiera, una edulcorada Ley General de Educación que, en materia de religión y conciertos educativos, deja las cosas como estaban, y sólo se atreve a poner un necesario orden mínimo en la distribución del alumnado inmigrante y desfavorecido entre los centros financiados, no se olvide, con fondos públicos.
Por eso se han manifestado hoy en Madrid. No por la libertad de elección de centro o porque la clase de religión esté en peligro. Simplemente quieren más dinero, y la pluma para firmar el contrato, el finiquito o cheque de sus profesores de religión con el dinero del estado. Cosas terrenales. Nosotros no somos de ese mundo.