viernes, septiembre 23, 2005

Elogio de Álvaro Valverde

La primera vez que oí hablar de Álvaro Valverde fue con ocasión del premio Loewe, galardón que ganó en 1991. Su nombre me evocó entonces el de su tío Paco (Valverde) a quien yo conocía desde hacía años y una sorprendente y expresiva aliteración que prejuzgaba su condición de poeta. Con ese nombre ya puede ser poeta, recuerdo haber dicho, o tal vez pensado (precisamente yo que, más nadie, debía estar avisado de las malas pasadas que te puede jugar un nombre).

En 1996, invitado y animado por el amigo Constancio Lumeras, asísti a la presentación de su libro "Ensayando Círculos" en la Casa de la Cultura de Montehermoso. Era el tres de febrero, según reza en la dedicatoria que conservo. Uno, que siempre ha tenido un respeto reverencial por la letra impresa y evocada en alta voz, recuerda haber pensado, o tal vez dicho, que alguien capaz de escribir
"Siempre he temido
la opaca oscuridad del corredor,
el cerco contumaz de los rincones,
el tono de sospecha con que laten
las íntimas estancias clausuradas."
sólo podía ser una persona que sintiera mucho y supiera acompañar de palabras y ritmo el pulso de ese sentimiento. Desde entonces no he dejado de seguirle, de acompañarle en la distancia.

En el abril de 2002, con motivo del 25 aniversario de mi colegio, aceptó una invitación que le hice para que dictara la lección conmemorativa de dicha efeméride. Recuerdo que me impactó su cita y su interpretación de las palabras de Natalia Ginzburg
"En lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes, sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor a la verdad; no la diplomacia sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo del éxito, sino el deseo de ser y de saber".
Que ciertamente me han ayudado a desprenderme de algunas pequeñas virtudes y me han permitido ser más ambicioso en lo importante y más tolerante en lo circunstancial.

Fue en 2002 cuando nombraron a Álvaro coordinador del Plan de Fomento de la Lectura, título con un gran nombre pero con menos "cuartos". A lo largo de estos años él ha sabido hacer de la necesidad virtud y de lejanía kilómetros para acercarse, para hablar, para saber, para convencer, para tejer...
Ha sido el gran impulsor de los premios de fomento a la lectura que, en tres años, ha reconocido el esfuerzo de 12 bibliotecas municipales y entidades promotoras y 12 colegios e institutos de Extremadura. Ha estado en cuantos eventos en torno al libro y a la lectura se han organizado en Extremadura o se ha requerido la presencia de extremeños. Ha tejido a la sombra el manto de las ediciones de las campañas "un libro un euro". Ha urdido mimbres, atado cabos, estrechado lazos para crear el "Observatorio de la lectura".

Ha hecho un viaje real y virtual por el antiguo erial de las bibliotecas escolares extremeñas y ha sabido ser simiente, abono y rocío para que las cien flores de Ana Nebreda de Torrecilla la Tiesa, Mª Dolores Moreno de Mérida, Isabel Fernández de Deleitosa, Alfonso Pomet de Coria, las nuestras de Miralvalle... crezcan con más fuerza y sean cimiento de un movimiento que avanza cada día.

De sobra sé que es un gran escritor (ningún adjetivo gentilicio empequeñecedor) . Corto me quedaría al registrar su currículum . Hoy no vengo a hablar de ello. Lo hago de su trabajo, de su trayectoria, de su ilusión, de sus grandes virtudes como ser humano, de sus afanes como alumbrador de proyectos. Por eso hoy, desde las humildes páginas de este cuaderno de notas hago el elogio de Álvaro Valverde, ahora que ha dejado su puesto en el Plan de Fomento de la Lectura y ha sido nombrado director de la Editora Regional. Le vamos a echar de menos. Pero su nombramiento en Extremadura y el de Blanca Calvo como Consejera de Cultura de Castilla La Mancha son el signo de que algo está cambiando. Estos nombramientos no son sólo motivo de alegría, que lo son y mucha, también muestran nuestro enriquecimiento como comunidad.

sábado, septiembre 10, 2005

La formación literaria del maestro

Hoy se incorporan a los colegios los 500 nuevos maestros que acaban de aprobar las oposiciones de Magisterio. Después de cursar su carrera han trabajado duro para superar una prueba nada fácil en la que los nervios pueden jugar una mala pasada. Han debido sumar a su resultado la experiencia docente que, en algunos casos, ya tenían. Pero ¿cuál sido la formación literaria que han recibido en la Facultad de Educación? No me estoy refiriendo sólo a la lectura de los clásicos, al análisis de textos, al dominio de la gramática o al conocimiento formal de la lengua. Cierto es que se cursa “Lengua, Literatura y su didáctica”, pero no lo es menos que todo el énfasis se pone en la didáctica de la lengua materna (lo que nos llevaría a discutir o, en el peor de los casos, a dar por sentado que la lengua materna en su vertiente “letrada” se puede enseñar) y poco o nada acerca de qué es la lectura, qué es ser lector, qué significa leer y cómo se produce el aprendizaje de la lectura, es decir, un fondo de formación teórica tendente más al por qué se produce el proceso de adquisición y apropiación del lenguaje escrito – el hecho lector - que al cómo, que el propio maestro-alumno puede descubrir.

Quizá el problema de fondo no sea tanto el conocimiento de variados métodos para enseñar a leer y a escribir cuanto la propia conformación personal del gusto por la lectura y los buenos libros, el disfrute de la literatura contemporánea y actual… y, sobre todo, el re-conocimiento, como lectores, de buenos libros de literatura infantil y juvenil. Porque sólo las maestras matriculadas en la especialidad de Educación Infantil – los varones son una excepción – tienen la oportunidad de cursar la asignatura cuatrimestral Literatura Infantil (ya voy yo entendiendo por qué la lectura está cada vez más feminizada).
El resultado de todo ello es que, por desgracia, hay demasiados maestros que no son lectores. Y si a la literatura se llega por contagio, por sentimiento, por convencimiento, por pasión personal, por actitud… me pregunto cuál será la fuerza transmisora de quien habla de oídas, cuál su poder de convicción, dónde la fortaleza de su argumentación. A los niños no se les engaña, si acaso se les entretiene hasta que se dan cuenta. Estaremos llegando entonces a un terreno más peligroso: el que separa el dicho del hecho, la palabra del acto, el haced lo que yo digo pero no lo que yo hago. Y cada nuevo discurso se alejará más de la razón vital, les será más ajeno… alienus, aliena, alienum.

Retomando un comentario anterior entreparéntesis cito el pensamiento de Frank Smith acerca de que “la responsabilidad del maestro no radica en enseñar a leer a los niños, sino en posibilitarles para que aprendan”. Esto es, no interferir en un aprendizaje en el que el niño es el único sujeto, sino proveer de los estímulos necesarios para que ese aprendizaje se produzca en las mejores condiciones para el desarrollo personal. Ya sé que esta afirmación puede resultar dura para quienes se encuentra situados en la relación unívoca y vertical maestro-enseña/alumno-aprende, pero quizá debiéramos reflexionar acerca de la naturaleza del proceso de enseñanza-aprendizaje y de la prevalencia de uno de los factores, lo que no implica que el papel del maestro sea débil, sino que cobra una nueva dimensión la de “acelerador de partículas en la dirección correcta”.

En este contexto vuelvo a plantear la pertinencia de poner en cuestión la formación literaria del maestro tal como viene sucediendo hasta ahora. ¿Hasta qué punto merece la pena poner el acento en formar maestros para lo que no van a hacer y no para lo que deberían hacer?. Creo que debiera exigirse a la universidad una reforma radical de los planes de estudio en la Facultad de Educación incluyendo asignaturas como Biblioteca Escolar (que sólo se cursa en Biblioteconomía, cuyos alumnos no irán nunca a trabajar a una escuela), literatura infantil y juvenil, dinamización lectoral etc. Hasta que esto no suceda, nos veremos obligados a complementar la formación de los maestros desde el centro del trabajo, la formación continua y los CPRs, que es lo que venimos haciendo desde siempre, oposición tras oposición, generación tras generación.

Por cierto, los 500 maestros que han aprobado su oposición son, a efectos legales, maestros en prácticas que deberán realizar un curso de formación. ¿Se le ha ocurrido a alguien que se podría sino formar, sí sensibilizar a 500 nuevos profesionales de la enseñanza con las bibliotecas escolares y la función de la escuela en la conformación del hábito lector en colaboración con la familia durante en este curso de prácticas?.
El futuro puede empezar hoy, pero el pasado también puede continuar mañana.