La primera vez que oí hablar de Álvaro Valverde fue con ocasión del premio Loewe, galardón que ganó en 1991. Su nombre me evocó entonces el de su tío Paco (Valverde) a quien yo conocía desde hacía años y una sorprendente y expresiva aliteración que prejuzgaba su condición de poeta. Con ese nombre ya puede ser poeta, recuerdo haber dicho, o tal vez pensado (precisamente yo que, más nadie, debía estar avisado de las malas pasadas que te puede jugar un nombre).
En 1996, invitado y animado por el amigo Constancio Lumeras, asísti a la presentación de su libro "Ensayando Círculos" en la Casa de la Cultura de Montehermoso. Era el tres de febrero, según reza en la dedicatoria que conservo. Uno, que siempre ha tenido un respeto reverencial por la letra impresa y evocada en alta voz, recuerda haber pensado, o tal vez dicho, que alguien capaz de escribir
"Siempre he temido
la opaca oscuridad del corredor,
el cerco contumaz de los rincones,
el tono de sospecha con que laten
las íntimas estancias clausuradas."
sólo podía ser una persona que sintiera mucho y supiera acompañar de palabras y ritmo el pulso de ese sentimiento. Desde entonces no he dejado de seguirle, de acompañarle en la distancia.
En el abril de 2002, con motivo del 25 aniversario de mi colegio, aceptó una invitación que le hice para que dictara la lección conmemorativa de dicha efeméride. Recuerdo que me impactó su cita y su interpretación de las palabras de Natalia Ginzburg
"En lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes, sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor a la verdad; no la diplomacia sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo del éxito, sino el deseo de ser y de saber".
Que ciertamente me han ayudado a desprenderme de algunas pequeñas virtudes y me han permitido ser más ambicioso en lo importante y más tolerante en lo circunstancial.
Fue en 2002 cuando nombraron a Álvaro coordinador del Plan de Fomento de la Lectura, título con un gran nombre pero con menos "cuartos". A lo largo de estos años él ha sabido hacer de la necesidad virtud y de lejanía kilómetros para acercarse, para hablar, para saber, para convencer, para tejer...
Ha sido el gran impulsor de los premios de fomento a la lectura que, en tres años, ha reconocido el esfuerzo de 12 bibliotecas municipales y entidades promotoras y 12 colegios e institutos de Extremadura. Ha estado en cuantos eventos en torno al libro y a la lectura se han organizado en Extremadura o se ha requerido la presencia de extremeños. Ha tejido a la sombra el manto de las ediciones de las campañas "un libro un euro". Ha urdido mimbres, atado cabos, estrechado lazos para crear el "Observatorio de la lectura".
Ha hecho un viaje real y virtual por el antiguo erial de las bibliotecas escolares extremeñas y ha sabido ser simiente, abono y rocío para que las cien flores de Ana Nebreda de Torrecilla la Tiesa, Mª Dolores Moreno de Mérida, Isabel Fernández de Deleitosa, Alfonso Pomet de Coria, las nuestras de Miralvalle... crezcan con más fuerza y sean cimiento de un movimiento que avanza cada día.
De sobra sé que es un gran escritor (ningún adjetivo gentilicio empequeñecedor) . Corto me quedaría al registrar su currículum . Hoy no vengo a hablar de ello. Lo hago de su trabajo, de su trayectoria, de su ilusión, de sus grandes virtudes como ser humano, de sus afanes como alumbrador de proyectos. Por eso hoy, desde las humildes páginas de este cuaderno de notas hago el elogio de Álvaro Valverde, ahora que ha dejado su puesto en el Plan de Fomento de la Lectura y ha sido nombrado director de la Editora Regional. Le vamos a echar de menos. Pero su nombramiento en Extremadura y el de Blanca Calvo como Consejera de Cultura de Castilla La Mancha son el signo de que algo está cambiando. Estos nombramientos no son sólo motivo de alegría, que lo son y mucha, también muestran nuestro enriquecimiento como comunidad.
En 1996, invitado y animado por el amigo Constancio Lumeras, asísti a la presentación de su libro "Ensayando Círculos" en la Casa de la Cultura de Montehermoso. Era el tres de febrero, según reza en la dedicatoria que conservo. Uno, que siempre ha tenido un respeto reverencial por la letra impresa y evocada en alta voz, recuerda haber pensado, o tal vez dicho, que alguien capaz de escribir
"Siempre he temido
la opaca oscuridad del corredor,
el cerco contumaz de los rincones,
el tono de sospecha con que laten
las íntimas estancias clausuradas."
sólo podía ser una persona que sintiera mucho y supiera acompañar de palabras y ritmo el pulso de ese sentimiento. Desde entonces no he dejado de seguirle, de acompañarle en la distancia.
En el abril de 2002, con motivo del 25 aniversario de mi colegio, aceptó una invitación que le hice para que dictara la lección conmemorativa de dicha efeméride. Recuerdo que me impactó su cita y su interpretación de las palabras de Natalia Ginzburg
"En lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes, sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor a la verdad; no la diplomacia sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo del éxito, sino el deseo de ser y de saber".
Que ciertamente me han ayudado a desprenderme de algunas pequeñas virtudes y me han permitido ser más ambicioso en lo importante y más tolerante en lo circunstancial.
Fue en 2002 cuando nombraron a Álvaro coordinador del Plan de Fomento de la Lectura, título con un gran nombre pero con menos "cuartos". A lo largo de estos años él ha sabido hacer de la necesidad virtud y de lejanía kilómetros para acercarse, para hablar, para saber, para convencer, para tejer...
Ha sido el gran impulsor de los premios de fomento a la lectura que, en tres años, ha reconocido el esfuerzo de 12 bibliotecas municipales y entidades promotoras y 12 colegios e institutos de Extremadura. Ha estado en cuantos eventos en torno al libro y a la lectura se han organizado en Extremadura o se ha requerido la presencia de extremeños. Ha tejido a la sombra el manto de las ediciones de las campañas "un libro un euro". Ha urdido mimbres, atado cabos, estrechado lazos para crear el "Observatorio de la lectura".
Ha hecho un viaje real y virtual por el antiguo erial de las bibliotecas escolares extremeñas y ha sabido ser simiente, abono y rocío para que las cien flores de Ana Nebreda de Torrecilla la Tiesa, Mª Dolores Moreno de Mérida, Isabel Fernández de Deleitosa, Alfonso Pomet de Coria, las nuestras de Miralvalle... crezcan con más fuerza y sean cimiento de un movimiento que avanza cada día.
De sobra sé que es un gran escritor (ningún adjetivo gentilicio empequeñecedor) . Corto me quedaría al registrar su currículum . Hoy no vengo a hablar de ello. Lo hago de su trabajo, de su trayectoria, de su ilusión, de sus grandes virtudes como ser humano, de sus afanes como alumbrador de proyectos. Por eso hoy, desde las humildes páginas de este cuaderno de notas hago el elogio de Álvaro Valverde, ahora que ha dejado su puesto en el Plan de Fomento de la Lectura y ha sido nombrado director de la Editora Regional. Le vamos a echar de menos. Pero su nombramiento en Extremadura y el de Blanca Calvo como Consejera de Cultura de Castilla La Mancha son el signo de que algo está cambiando. Estos nombramientos no son sólo motivo de alegría, que lo son y mucha, también muestran nuestro enriquecimiento como comunidad.