Hemos visitado la ciudad de Almagro. Todo en ella es un monumento al teatro. A lo que parece, hasta la plaza han vestido de verde para resaltar el decorado. Hemos hecho un recorrido por la historia de las artes escénicas a través de los tiempos en el Museo Nacional del Teatro. Una esmerada representación de épocas, culturas, géneros, maquetas de los principales teatros, cartelería ... a lo que habría que añadir vestuarios y artilugios para imitar los sonidos de la naturaleza, nos han mostrado la faz de un arte antes constituido en "vicio nacional" y hoy, para nuestra desgracia, refugio minoritario de mentes gozosas.
Al contemplar el "Corral de Comedias", para nuestra vergüenza único ejemplo vivo del espacio escénico del siglo de oro español, he podido sentir la emoción de los actores y el público de la época. He imaginado "la cazuela" repleta de mujeres sudorosas soportando de pie largas sesiones de comedias y entremeses sin tiempo siquiera para evacuar aguas, al "pueblo llano", siempre masculino, mirando de soslayo a su izquiereda el veredicto de los "mosqueteros" - una especie de hinchas ultrasur que dictaminaba con sus gritos y ademanes el éxito o fracaso de la obra. A los nobles cómodamente sentados en sus balconadas, a los ricos fisgones escondidos lividinosamente tras la celosía.
Ser cómico o actor, o peor, actriz, en la época de Lope de Vega y Cervantes tenía relación no sólo con el arte, también con los placeres del cuerpo y el más antiguo de los comercios.
Por la tarde hemos visitado el Museo Interactivo de Don Quijote en Ciudad Real. Un imaginario diálogo entre la sobrina del hidalgo y la hija de Sancho ha servido de pretexto para hablar de qué es ser "un quijote" o por qué todos tenemos un poco de "Sancho". Hacer el quijote, ser ser llano y sentencioso como sancho, ser juicioso o presa de la locura, realidad o ficción son los límites del comportamiento humano sobre los que hemos dialogado hoy con nuestros chicos.
Al contemplar el "Corral de Comedias", para nuestra vergüenza único ejemplo vivo del espacio escénico del siglo de oro español, he podido sentir la emoción de los actores y el público de la época. He imaginado "la cazuela" repleta de mujeres sudorosas soportando de pie largas sesiones de comedias y entremeses sin tiempo siquiera para evacuar aguas, al "pueblo llano", siempre masculino, mirando de soslayo a su izquiereda el veredicto de los "mosqueteros" - una especie de hinchas ultrasur que dictaminaba con sus gritos y ademanes el éxito o fracaso de la obra. A los nobles cómodamente sentados en sus balconadas, a los ricos fisgones escondidos lividinosamente tras la celosía.
Ser cómico o actor, o peor, actriz, en la época de Lope de Vega y Cervantes tenía relación no sólo con el arte, también con los placeres del cuerpo y el más antiguo de los comercios.
Por la tarde hemos visitado el Museo Interactivo de Don Quijote en Ciudad Real. Un imaginario diálogo entre la sobrina del hidalgo y la hija de Sancho ha servido de pretexto para hablar de qué es ser "un quijote" o por qué todos tenemos un poco de "Sancho". Hacer el quijote, ser ser llano y sentencioso como sancho, ser juicioso o presa de la locura, realidad o ficción son los límites del comportamiento humano sobre los que hemos dialogado hoy con nuestros chicos.