domingo, mayo 15, 2005

Cuarto día: En aquel lugar de la Mancha

Diez eminentes catedráticos diez de la Universidad Complutense de Madrid después de un profundo estudio de la obra cervantina sostienen que el lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiere Cercantes acordarse es Villanueva de los Infantes. Parece ser que la velocidad con que camina Rocinante (la mitad que un cabalo normal, esto es 25 Km por día) es el vector determinante para concluir tal aseveración. "Con permiso de los Cervantistas" como decía Azorín uno se sigue inclinando por Argamasilla de Alba, más humilde lugar pero con mejor coartada que Villanueva de los Infantes. Para narrar los hechos acaecidos ese día cedo la palabra a dos alumnas de 6º A, Marta Dominguez y Alicia Mejías:

"Este día viajamos hasta Puerto Lápice. En la venta de Don Quijote representamos el capítulo en que es nombrado caballero (en otro capítulo del libro al llegar allí Don Quijote decía convencido que aquello era un castillo y Sancho respondía que era una venta). También fuimos al Campo de Criptana, donde vimos los molinos de viento y nos enseñaron cómo funcionaban. En Argamasilla de Alba visitamos la Cueva de Medrano y nos explicaron las causas por las que estuvo allí encerrado Cervantes. También la iglesia de San Juan donde contemplamos un cuadro exvoto que tenía pintada la figura de D. Rodrigo de Pacheco, el caballero demente en el que se inspiró Cervantes para hacer el Quijote.

En Tomelloso visitamos un “bombo”, que es una construcción típica manchega sólo de piedra utilizada por los campesinos; el museo del carro donde nos explicaron y enseñaron algunos de los utensilios que se utilizaban en tiempos del Quijote para hacer queso. Sobre el puente romano de Villarta de San Juan nuestros compañeros de Tembleque representaron la obra “La ínsula de Barataria”, en la que narraba problemas que Sancho resolvía satisfactoriamente".

Quiere apostillar uno que si hubiesen dejado a Sancho juzgar algunos asuntillos de banqueros y gescarteras no ha mucho litigados o por ver en los estrados, el común de los sentidos quizá hubiera dictaminado sentencias más sensatas y satisfactorias más cercanas a devolver los caudales a sus deudos públicos o privados que a dejar a los deudores dentro de las rejas y con el bolsillo repleto.