Organizado por Pedro Diosdado, maestro y concejal del Ayuntamiento de Cañamero, el sábado realizamos una marcha nocturna al "bailaero de brujas" del dolmen del Mirador. No lucía llena la luna y la negritud de la noche nos permitió abstraernos de la negrura del bosque de pinos quemados que nos rodeaba. Por una vez la brujas eran blancas, blancas sus vestiduras y sus conjuros, blancos sus deseos de regeneración, blancos sus rezos y buenos augurios.
Una nueva bruja blanca y joven fue entronizada sobre el viejo dolmen sobre el que se colocaron las calabazas de la buena suerte.
Buena suerte hace falta a estos antiguos valles villuerquinos para no sucumbir bajo el peso de la historia nueva escrita apresuradamente por gentes de ciudad que han olvidado los viejos ritos, la ley vieja, el pausado latir de un mundo que sólo es diferente.