Desde octubre, todos los jueves he venido asistiendo al Taller Literario de la Universidad Popular de Plasencia. He tenido el privilegio de adentrarme en el terreno de la escritura de la mano de Gonzalo Hidalgo Bayal y de disfrutar sus comentarios de textos de autores consagrados y de los asistentes al taller. De Gonzalo he apendido algo muy importante para la literatura y para la vida: no ha de invocarse ninguna palabra en vano; cada palabra ha de tener justificación, una razón de ser para encontrar sitio en la frase ¿añade algo?¿denota o connota alguna circunstancia?. Si no es así estamos ante la persistente banalización del lenguaje, el signo más evidente de nuestros días.
Además de los excelentes guisos de retórica sencilla, precisa y rigurosa cocinados por Gonzalo hemos podido saborear dos platos exquisitos. El primero preparado por Pilar Galán, autora de varios libros de cuentos que se nutren de la cotidiana fuente inagotable del ¿y si...? de la que aprendí que es posible mirar la vida diaria con cierto grado de perplejidad. El segundo sabrosamente aderezado por Álvaro Valverde, quien nos mostró que la mirada y la memoria son los dos condimentos esenciales de la poesía, que más que elocuencia es un mirar desde un recuerdo en ocasiones lejano, otras veces intemporal.
Además de los excelentes guisos de retórica sencilla, precisa y rigurosa cocinados por Gonzalo hemos podido saborear dos platos exquisitos. El primero preparado por Pilar Galán, autora de varios libros de cuentos que se nutren de la cotidiana fuente inagotable del ¿y si...? de la que aprendí que es posible mirar la vida diaria con cierto grado de perplejidad. El segundo sabrosamente aderezado por Álvaro Valverde, quien nos mostró que la mirada y la memoria son los dos condimentos esenciales de la poesía, que más que elocuencia es un mirar desde un recuerdo en ocasiones lejano, otras veces intemporal.