Sobre el papel rojo oscuro destacaba el letrero con mi nombre escrito en rotulador. Las letras cuidadosamente alineadas, una tras otra, llamaban indudablemente a su destinatario: "Antonio". Nada me hacía sospechar el preciado objeto que guardaba en su interior. Sí, era una lupa. La noche de Reyes alguien se había acordado de regalarme una espléndida y brillante lupa con el mango negro.
Superado el desconcierto inicial mi imaginación se puso inmediatamente a indagar acerca del significado de tan soprendente regalo. ¿Será que yo no me fijo en las cosas pequeñas de cada día, que no reparo en los detalles simples que agradan a los demás?. ¿O significa más bien un "fíjate en lo concreto que ya eres mayorcito para andar pensando siempre en ideales que nunca podrás alcanzar?. Pero no, tiene que referirse a algo más evidente como "carpe diem, majo, vive el momento presente, que a los cincuenta no te queda demasiado tiempo para idear un futuro que, lo quieras o no, se te transforma en el cada instante que consumes".
Y ahí andaba yo con mis cavilaciones, hechecito un manojo de nervios, sumido en un mar de dudas por el verdadero juicio de valor que acerca de mi persona había formulado mi generoso y anónimo donante, cuando mi vista fue a reparar en uno de los libros que había comprado recientemente y que todavía no había disfrutado. Se trata de la biografía de Charles Darwin escrita para niños, de Peter Sis y titulada "El árbol de la vida". Había yo comentado en casa que para el verdero goce de sus ilustraciones, una maestría de las miniaturas, sería preciso una lupa. Respiré profundamente. Y sosegué mi espíritu preocupado. Así que era eso. Mi alegría por el hallazgo obedece a un triple motivo: había encontrado la explicación que buscaba, la lupa me permitía observar con deleite las maravillosas ilustraciones de Peter Sis y, algo que no sospechaba mi anónimo donante, este sencillo objeto encierraba en sí mismo la magia de lo desconocido, el deseo de descubrir lo que no está expreso, un sincero amor a la verdad sin las hipotecas del miedo ni las creencias religiosas. Justo lo que movió a Darwin a investigar y a atreverse a formular su teoría de la evolución. Justo lo contrario a los deseos de George W. Bush de implantar las teorías creacionistas en las escuelas americanas. Supongo que en muchas de ellas estará prohibido "El árbol de la vida".
La lupa más que un objeto es una metáfora, el símbolo de un libro que no nos dejará impasibles pues lo que nos aporta es una actitud de indagación ante la vida. Otros prefieren la de la aceptación sumisa de nuestro destino.
Superado el desconcierto inicial mi imaginación se puso inmediatamente a indagar acerca del significado de tan soprendente regalo. ¿Será que yo no me fijo en las cosas pequeñas de cada día, que no reparo en los detalles simples que agradan a los demás?. ¿O significa más bien un "fíjate en lo concreto que ya eres mayorcito para andar pensando siempre en ideales que nunca podrás alcanzar?. Pero no, tiene que referirse a algo más evidente como "carpe diem, majo, vive el momento presente, que a los cincuenta no te queda demasiado tiempo para idear un futuro que, lo quieras o no, se te transforma en el cada instante que consumes".
Y ahí andaba yo con mis cavilaciones, hechecito un manojo de nervios, sumido en un mar de dudas por el verdadero juicio de valor que acerca de mi persona había formulado mi generoso y anónimo donante, cuando mi vista fue a reparar en uno de los libros que había comprado recientemente y que todavía no había disfrutado. Se trata de la biografía de Charles Darwin escrita para niños, de Peter Sis y titulada "El árbol de la vida". Había yo comentado en casa que para el verdero goce de sus ilustraciones, una maestría de las miniaturas, sería preciso una lupa. Respiré profundamente. Y sosegué mi espíritu preocupado. Así que era eso. Mi alegría por el hallazgo obedece a un triple motivo: había encontrado la explicación que buscaba, la lupa me permitía observar con deleite las maravillosas ilustraciones de Peter Sis y, algo que no sospechaba mi anónimo donante, este sencillo objeto encierraba en sí mismo la magia de lo desconocido, el deseo de descubrir lo que no está expreso, un sincero amor a la verdad sin las hipotecas del miedo ni las creencias religiosas. Justo lo que movió a Darwin a investigar y a atreverse a formular su teoría de la evolución. Justo lo contrario a los deseos de George W. Bush de implantar las teorías creacionistas en las escuelas americanas. Supongo que en muchas de ellas estará prohibido "El árbol de la vida".
La lupa más que un objeto es una metáfora, el símbolo de un libro que no nos dejará impasibles pues lo que nos aporta es una actitud de indagación ante la vida. Otros prefieren la de la aceptación sumisa de nuestro destino.