¿Qué distancia puede haber entre un master en promoción a la lectura y una asignatura cuatrimestral de literatura infantil en una de las especialidades de Magisterio?. Quizá la misma que del 1 al 10. Exactamente, la que va desde la inexistente formación inicial de los futuros maestros a la oferta postgrado que ya ofrecen varias universidades a cuatro mil euros el master.
Y es que, en esto de la lectura, el mercado se mueve por delante de los tiempos. Nada de que la universidad española está anquilosada u obsoleta, pues a través del más barato de los ingenios tecnológicos publicitarios - el correo electrónico, sí - a uno le llegan las más variadas propuestas para colgarse un master al pecho o al currículo (el personal, claro), que si uno quiere méritos ha de pagarselos, y el de promocionar la lectura, también. La cosa tiene un precio, el justo.
No es vengamos aquí a criticar el libre mercado, la ley de la oferta y la demanda... o los másteres que siguen la estela del artículo 113 de la LOE (¡oh las bibliotecas escolares, cuál el sustantivo, cuál el adjetivo!) o las menciones de especialidad en la futura configuración de la carrera de magisterio. No es que yo culpe a las universidades de cobrar a posteriori (formación continua) lo que niegan a priori (formación inicial), que bien se ve de la mano del MEC en asuntos de planes de estudio. No ignoro que de pecadillos, éstos son veniales. Porque ¿acaso no es bueno lo que a buen fin tiende?.
Mientras tanto, la formación lectora de los más preciados mediadores - los maestros que ya están en sistema y los que están en proceso - permanece en el limbo de la voluntariaedad, de la militancia, de la consciencia profesional crítica. Ni siquiera el inevitable curriculo escolar - ese que tan bien supo usar el franquismo haciendo limpeza étnica del pensamiento libre y que tan poco le luce a la democracia- recoge entre sus contenidos prescriptivos la formación literaria de niños y jóvenes como aprendizajes significativos para crear conciencia personal, para sentirse parte de una cultura que viene de lejos y tiene poso más profundo de lo que ahora regalan las nuevas invenciones "nacionales".
No, no es que yo critique el nuevo mercado floreciente de másteres ad hoc. Es que tampoco he visto iniciativas para hacer llegar las voces de poetas, narradores, del teatro y otras formas de expresión a través de los maestros en ciernes al territorio de quienes, en edad aprender, disponen de una mirada dispuesta a escuchar las más sugerentes historias, las palabras más libres.
¿Qué distancia hay entre el principio y el fin? Tanto como del 1 al Master. Amen
Y es que, en esto de la lectura, el mercado se mueve por delante de los tiempos. Nada de que la universidad española está anquilosada u obsoleta, pues a través del más barato de los ingenios tecnológicos publicitarios - el correo electrónico, sí - a uno le llegan las más variadas propuestas para colgarse un master al pecho o al currículo (el personal, claro), que si uno quiere méritos ha de pagarselos, y el de promocionar la lectura, también. La cosa tiene un precio, el justo.
No es vengamos aquí a criticar el libre mercado, la ley de la oferta y la demanda... o los másteres que siguen la estela del artículo 113 de la LOE (¡oh las bibliotecas escolares, cuál el sustantivo, cuál el adjetivo!) o las menciones de especialidad en la futura configuración de la carrera de magisterio. No es que yo culpe a las universidades de cobrar a posteriori (formación continua) lo que niegan a priori (formación inicial), que bien se ve de la mano del MEC en asuntos de planes de estudio. No ignoro que de pecadillos, éstos son veniales. Porque ¿acaso no es bueno lo que a buen fin tiende?.
Mientras tanto, la formación lectora de los más preciados mediadores - los maestros que ya están en sistema y los que están en proceso - permanece en el limbo de la voluntariaedad, de la militancia, de la consciencia profesional crítica. Ni siquiera el inevitable curriculo escolar - ese que tan bien supo usar el franquismo haciendo limpeza étnica del pensamiento libre y que tan poco le luce a la democracia- recoge entre sus contenidos prescriptivos la formación literaria de niños y jóvenes como aprendizajes significativos para crear conciencia personal, para sentirse parte de una cultura que viene de lejos y tiene poso más profundo de lo que ahora regalan las nuevas invenciones "nacionales".
No, no es que yo critique el nuevo mercado floreciente de másteres ad hoc. Es que tampoco he visto iniciativas para hacer llegar las voces de poetas, narradores, del teatro y otras formas de expresión a través de los maestros en ciernes al territorio de quienes, en edad aprender, disponen de una mirada dispuesta a escuchar las más sugerentes historias, las palabras más libres.
¿Qué distancia hay entre el principio y el fin? Tanto como del 1 al Master. Amen